Alumna: García Nieves Anabel
Tema: Cardiopatías Infantiles
Introducción.
Desde la vida fetal hasta el final de la adolescencia son numerosos los problemas
cardiovasculares que se pueden presentar. Sin duda que las cardiopatías
congénitas son el problema cardiológico más importante de la edad pediátrica,
no solo por su frecuencia sino por la gravedad de muchas de ellas. Los
trastornos del ritmo cardíaco también constituyen un problema cardiológico
frecuente en esta edad, correspondiendo muchos de ellos a defectos congénitos
como el síndrome de Wolff Parkinson White. Siendo las cardiopatías congénitas
el problema cardiovascular más importante de la edad pediátrica, el hallazgo de
soplo cardíaco en el examen físico de un niño es el principal motivo de
consulta en cardiología pediátrica.
Definición.
La enfermedad cardíaca congénita o
cardiopatía congénita es un problema con la estructura y funcionamiento
del corazón presente al nacer.
La
cardiopatía congénita (CPC) puede describir muchos problemas diferentes que
afectan al corazón y es el tipo de anomalía congénita más común. La cardiopatía
congénita causa más muertes en el primer año de vida que cualquier otro
defecto de nacimiento.
Epidemiología:
En
México, cada año nacen alrededor de 18 mil niños con cardiopatías congénitas y
una cuarta parte de ellos, requerirá de un procedimiento terapéutico en el
primer año de vida. Una
incidencia general de 8 por cada 1.000 niños nacidos vivos.
Signos y síntomas:
Las
manifestaciones clínicas dependen del tipo de cardiopatía, pero algunas
características pueden encontrarse en la mayoría de los casos, como disnea,
taquicardia, taquipnea, cianosis de piel y mucosas, policitemia, síntomas
cerebrales (mareo o síncope), aspecto facial rubicundo (enrojecimiento de
mejillas), acropaquias (dedos hipocráticos o en palillo de tambor, que
corresponden a un engrosamiento del tejido que se encuentra por debajo de la
uña de los dedos), soplos y retraso en el desarrollo.
Clasificación:
Soplos cardiacos.
La auscultación de un soplo cardíaco durante el examen físico de un niño
es un hecho frecuente, por lo que constituye el principal motivo de consulta en
cardiología pediátrica. Es así como en edad preescolar hasta en uno de cada
cuatro niños es posible auscultar un soplo cardíaco. Aunque gran parte de estos
soplos ocurren en niños con corazón sano: soplo funcional,
frecuentemente el hallazgo de estos es un tema de preocupación en las familias,
dado que un soplo cardíaco puede constituir un signo semiológico de
cardiopatía, soplo orgánico, signo que es especialmente frecuente
en cardiopatías congénitas.
En primer lugar describiremos las características de los soplos
cardíacos que son siempre orgánicos, para posteriormente describir los
distintos tipos de soplos funcionales que se pueden encontrar en la edad
pediátrica. Esta es solo una guía para orientarse en la auscultación de soplos
cardíacos, ya que aunque hay algunos que son claramente orgánicos, y otros que
son claramente funcionales, existe un importante grupo de ellos en que debe
ponerse atención en otros elementos auscultatorios para determinar su
"organicidad" como el desdoblamiento y la intensidad del segundo
ruido, o la presencia de tercer ruido o de clics.
Soplos
Cardíacos Orgánicos.
Siempre debe considerarse como soplo cardíaco orgánico:
·
Todo
soplo cardíaco que se asocie a un frémito palpable en el área precordial, o
cuya intensidad sea mayor de III/VI.
·
Todo
soplo cardíaco diastólico. Pueden corresponder a soplos de carácter
"aspirativo" del comienzo del diástole propios de insuficiencia de
válvulas sigmoídeas, o a soplos del medio del diástole de tonalidad mas baja,
"rodadas", propios de estenosis absoluta o relativa de válvulas
aurículo-ventriculares.
·
Todo
soplo cardíaco continuo que no desaparece con movimientos de rotación del
cuello. Estos soplos frecuentemente son secundarios a persistencia del ductus
arterioso, pudiendo también ser secundarios a fístulas coronarias o a una
ventana aorto-pulmonar.
·
Todo
soplo holosistólico, es decir que se inicia confundido con el primer ruido
cardíaco, manteniendo su intensidad hasta la auscultación del segundo ruido
cardíaco. Estos soplos que se pueden graficar como de forma rectangular,
generalmente son secundarios a comunicación interventricular o a regurgitación
de válvulas aurículo-ventriculares.
Soplos
cardíacos funcionales.
En términos generales podemos decir que los soplos cardíacos funcionales
son siempre asistólicos, y eyectivos; es decir comienzan luego del primer ruido
cardíaco aumentando progresivamente de intensidad hasta el meso-sístole para
luego disminuir progresivamente de intensidad, dejando libre el segundo ruido
cardíaco. Al graficarlo, le corresponde la forma de un rombo. Su intensidad es
siempre inferior o igual a III/VI, y su tonalidad nunca es muy grave. Los
soplos cardíacos funcionales se caracterizan por importantes variaciones de las
características auscultatorias con los cambios de posición del paciente. Debe
considerarse que en niños que se encuentran en estado hiperdinámico, secundario
a un cuadro febril, anemia, u otro, es muy frecuente de auscultar soplos
cardíacos, generalmente soplos sistólicos eyectivos de la base del cuello, los
que desaparecen al regresar este estado. Dentro de los soplos cardíacos
funcionales es posible de identificar claramente los siguientes:
1)
Soplo de
Still. Se caracteriza por ser un soplo sistólico eyectivo de intensidad menor o
igual a III/VI, cuyo foco de mejor auscultación es paraesternal izquierdo bajo.
Su tonalidad "vibratoria" o "musical", es característica.
Generalmente se irradia a las áreas vecinas del precordio, y ocasionalmente
hacia el cuello, Este soplo característicamente aparece hacia el final del
primer año de vida o en edad preescolar, y puede auscultarse hasta finalizada
la adolescencia.
2)
Estenosis
fisiológica de ramas pulmonares. Se caracteriza por ser un soplo sistólico
eyectivo de baja intensidad, cuyo foco de mejor auscultación es paraesternal
izquierdo alto, auscultándose también en axilas y dorso. Este soplo es propio
de los recién nacidos a partir de la segunda semana de vida, particularmente de
los de pretérmino y de los de bajo peso de nacimiento, y generalmente se
ausculta hasta los seis meses de edad. Este soplo es secundario a la estenosis
relativa de las ramas de la arteria pulmonar, luego de producido el cambio de
la circulación fetal a neonatal, estenosis que es superada en el primer
semestre de la vida. La presencia de un soplo cardíaco de estas características
después de los 8 meses de edad puede tener carácter patológico.
3)
Hum venoso.
Corresponde a un soplo continuo, es decir compromete sístole y diástole, de
baja intensidad, la que varía significativamente hasta desaparecer con los
movimientos de rotación y flexión de la cabeza. Su foco de mejor auscultación
es la base del cuello y las áreas supraclaviculares, auscultándose mejor cuando
el paciente está sentado. Más frecuente en edad preescolar, su diagnóstico
diferencial se debe realizar con ductus arterioso persistente.
4)
Soplo
pulmonar. Corresponde a un soplo sistólico eyectivo, de baja intensidad,
generalmente II/VI, cuyo foco de mejor auscultación es paraesternal izquierdo
alto (foco pulmonar). Su diagnóstico diferencial es con estenosis pulmonar
mínima. Puede auscultarse en toda la edad pediátrica.
Cardiopatías congénitas.
Cardiopatía congénita se define como una anormalidad en la
estructura y/o función del corazón en el recién nacido, establecida durante la
gestación. En general, las cardiopatías congénitas corresponden a
malformaciones del corazón resultantes de un desarrollo embrionario alterado.
Las cardiopatías congénitas se presentan en el 1% de los recién nacidos
vivos. Esta cifra no incluye la comunicación interventricular muscular pequeña
del recién nacido, la válvulas aórticas bicúspide sin alteración funcional, el
prolapso de la válvula mitral, el ductus persistente del recién nacido de
pretérmino, ni los trastornos del ritmo cardíaco secundarios a haces eléctricos
anómalos como el síndrome de Wolff Parkinson White, diagnósticos que en algunas
series superan la incidencia mencionada para las cardiopatías congénitas en
general. Estas cardiopatías son algo más frecuentes en hombres, aunque existen
algunas malformaciones específicas como la comunicación interauricular o el
ductus arterioso persistente que son más frecuente en mujeres. Del total de
niños que presentan una cardiopatía congénita, cerca de la mitad van a ser
sintomáticos durante el primer año de vida, y la mayor parte de estos van a
requerir de un procedimiento quirúrgico corrector o paliativo durante éste
período.
La mayor parte de las cardiopatías congénitas tienen una etiología
multifactorial, con una compleja interacción entre factores genéticos y
ambientales. Aproximadamente el 5% de los niños que presentan cardiopatía
congénita, son portadores de una anomalía cromosómica, existiendo también
numerosos síndromes genéticos, con herencia autosómica recesiva o dominante,
que se asocian a cardiopatías congénitas. El 25% de los portadores de
cardiopatía congénita presentan alguna otra malformación en algún otro sistema.
Un matrimonio que tiene un primer hijo con cardiopatía congénita, tiene una
probabilidad aproximada de un 3% que un segundo hijo nazca con cardiopatía; un
padre o madre portador de una cardiopatía congénita tiene una probabilidad
entre un 2 y 10% que su hijo nazca con una cardiopatía.
Por otra parte existen noxas ambientales conocidas que se asocian a una
mayor incidencia de cardiopatías congénitas. Es así como fetos expuestos al
alcohol y otras drogas, como talidomida, difenilhidantoína, litio, tienen una
mayor incidencia de cardiopatías congénitas. La exposición fetal a algunas
infecciones virales, particularmente durante el primer trimestre de la
gestación, también se asocia a una mayor incidencia de cardiopatías congénitas,
como está claramente demostrado para el virus Rubéola. Finalmente, la exposición
fetal a algunas enfermedades maternas como Diabetes, Lupus eritematoso, también
se asocia a una mayor incidencia de cardiopatías.
Cardiopatías
congénitas cianóticas.
Cardiopatías
con cortocircuito de izquierda a derecha.
Constituye el grupo más numeroso de cardiopatías congénitas, alcanzando
a alrededor del 50% de ellas . El cortocircuito de izquierda a derecha puede
ocurrir: a nivel auricular, como en la comunicación interauricular (CIA) y en
el drenaje venoso anómalo parcial; a nivel ventricular, como en la comunicación
interventricular (CIV); a nivel auricular y ventricular, como en el defecto
septal aurículo ventricular o canal aurículo-ventricular (A-V); o a nivel de
grandes arterias, como en el ductus arterioso persistente (DAP) y en la ventana
aorto-pulmonar.
La alteración fisiopatológica que define a este grupo de cardiopatías es
el paso de sangre oxigenada desde el lado izquierdo del corazón (aurícula
izquierda, ventrículo izquierdo, o aorta) hacia el lado derecho de éste
(aurícula derecha, ventrículo derecho, o arteria pulmonar), sangre que
recircula por los pulmones sin entrar a la circulación arterial sistémica
periférica. Las consecuencias fisiopatológicas y clínicas del cortocircuito van
a depender de la magnitud de este y del nivel anatómico en que ocurre.
La principal y primera consecuencia fisiopatológica del cortocircuito de
I-D es el hiperflujo pulmonar, cuya cuantía va a ser directamente proporcional
a la magnitud del cortocircuito. La segunda consecuencia del cortocircuito de
izquieda a derecha es la sobrecarga de volumen y dilatación de cavidades
cardíacas: es así como en los cortocircuitos a nivel auricular se dilatan las
cavidades derechas y la arteria pulmonar; y en los cortocircuitos a nivel
ventricular y de grandes arterias se dilatan la arteria pulmonar y las
cavidades auricular y ventricular izquierdas. Cuando el cortocircuito se
produce a través de un defecto amplio a nivel ventricular o de grandes
arterias, se transmite también la presión sistólica ventricular izquierda o
aórtica al ventrículo derecho y arteria pulmonar, por lo que el hiperflujo
pulmonar se asocia a hipertensión sistólica arterial pulmonar. La sobrecarga de
volumen ventricular lleva a un aumento de la contractilidad y del volumen
eyectivo ventricular de acuerdo al mecanismo de Frank-Starling, por lo que en
estas cardiopatías habitualmente la contractilidad ventricular está normal o
aumentada.
La hipertensión pulmonar que acompaña a estas cardiopatías lleva
indirectamente a aumentar las presiones diastólicas derechas, lo que resulta en
congestión venosa sistémica y hepatomegalia, signos de insuficiencia cardíaca
derecha que generalmente se asocian a los signos de insuficiencia cardíaca
izquierda descritos anteriormente.
En general las cardiopatías con cortocircuito I-D son sintomáticas
cuando el 50% o más del flujo que llega al lado izquierdo del corazón se desvía
hacia el lado derecho, es decir cuando el flujo pulmonar es 2 o más veces el
flujo sistémico (Qp/Qs igual o mayor a 2/1).
La CIV es el defecto cardíaco congénito más frecuente: corresponde al 25
a 30% de las cardiopatías congénitas como defecto aislado. Estos defectos
pueden ser de diferentes tamaños y ubicarse en cualquier area del septum,
siendo más frecuentes las perimembranosas. Sus manifestaciones clínicas
dependen de la magnitud del cortocircuito; cuando este es importante los
pacientes presentan cuadros respiratorios a repetición, trastornos de
alimentación, y mal incremento ponderal. El manejo de los pacientes
sintomáticos incluye fármacos como digital, diuréticos, y vasodilatadores, y en
aquellos que no se compensan adecuadamente o con defectos muy amplios cierre
quirúrgico.
El ductus arterioso debe cerrarse funcionalmente por constricción de su
túnica media dentro de las primeras 24 horas de vida; produciéndose el cierre
anatómico y definitivo del ductus dentro de las primeras tres semanas de vida.
El DAP corresponde también a cerca del 10% de las cardiopatías congénitas,
siendo particularmente frecuente en los recién nacidos de pretérmino; el 30 a
40% de aquellos de menos de 1750 gramos de peso presentan clínicamente ductus.
En el pretérmino el tratamiento es farmacológico con indometacina en las
primeras semanas; si este fracasa se indica ligadura quirúrgica. En el lactante
y el niño mayor el tratamiento es quirúrgico.
La CIA corresponde a cerca del 10% de las cardiopatías congénitas, con
mayor frecuencia en niñas. La más común es la tipo ostium secundum, menos
frecuente son la tipo ostium primum o canal AV parcial, secundaria al
desarrollo anormal de los cojinetes endocárdicos, y la tipo seno venoso. En
general son muy poco sintomáticas en la edad pediátrica. El tratamiento es el
cierre, generalmente quirúrgico, entre los 2 y 4 años de edad.
Cardiopatías
obstructivas izquierdas
Cardiopatías obstructivas izquierdas son todas aquellas que impiden o
dificultan el normal flujo sanguíneo a través del lado izquierdo del corazón,
desde las venas pulmonares hasta la aorta torácica. La obstrucción al flujo
sanguíneo en el lado izquierdo del corazón ocurre más frecuentemente a nivel de
la salida ventricular, obstrucción que puede ser total, como en la atresia
aórtica, o parcial, lo que se denomina estenosis.
En aquellas cardiopatías con estenosis, las cavidades que anteceden a la
obstrucción elevan sus presiones para lograr mantener el débito cardíaco; así
en una estenosis aórtica se eleva la presión sistólica de ventrículo izquierdo,
lo que lleva a hipertrofia y a una disminución de la distensibilidad
ventricular, lo que causa un aumento de la presión diastólica ventricular,
presión que se transmite en forma retrógrada a la aurícula izquierda, venas y
capilares pulmonares, y finalmente arteria pulmonar y ventrículo derecho. El
aumento de la presión capilar pulmonar favorece la transudación de líquido al intersticio
bronquiolar y alvéolos, líquido que interfiere con el intercambio gaseoso y con
la ventilación, y clínicamente lleva a taquipnea y compromiso respiratorio
progresivo, incluyendo edema pulmonar y derrame pleural, compromiso pulmonar
que puede llevar a hipertensión arterial pulmonar y sobrecarga ventricular
derecha.
Cuando la obstrucción es total o muy severa, el flujo sanguíneo es
desviado con el fin de lograr mantener el débito sistémico y pulmonar, por lo
que la mayoría de éstas cardiopatías tienen cortocircuito obligado de izquierda
a derecha. En estas obstrucciones severas la permeabilidad del ductus arterioso
y/o de un foramen ovale amplio (CIA) es absolutamente necesaria para mantener
el débito cardíaco y la vida del paciente, constituyéndose en cardiopatías
ductus dependientes y/o CIA dependientes. Así en una atresia aórtica el ductus
es fundamental para que la arteria pulmonar desvíe parte de su flujo a la aorta
y permita un débito cardíaco aceptable, y en una atresia mitral la presencia de
una CIA es absolutamente necesaria para que exista débito cardíaco. El
progresivo cierre del ductus en estos pacientes lleva a signos de hipodébito,
como palidez, pulsos débiles y llene capilar lento, signos que muchas veces
sugieren un cuadro séptico.
Cardiopatías
con Insuficiencia Valvular
Corresponden a lesiones cardíacas en que la sangre eyectada por alguna
de las cuatro cavidades del corazón, retorna parcialmente a esa cavidad a
través de una válvula aurículo-ventricular o sigmoídea incompetente. La
regurgitación puede ocurrir en más de una válvula. Aunque la regurgitación
valvular ocurre en válvulas congénitamente anómalas, más frecuentemente ocurre
en lesiones valvulares adquiridas como la enfermedad reumática.
El efecto de una regurgitación valvular es el de una sobrecarga de
volumen de las cavidades cardíacas involucradas: aurícula y ventrículo
izquierdos en la insuficiencia o regurgitación mitral; aurícula y ventrículo
derechos en la insuficiencia tricuspídea; ventrículo izquierdo en la insuficiencia
aórtica, y; ventrículo derecho en la insuficiencia pulmonar. Esta sobrecarga de
volumen se asocia a una hiperdinamia cardíaca y a contractilidad normal o
aumentada, salvo en etapas tardías de la enfermedad. La regurgitación valvular
puede asociarse a una estenosis relativa de esa válvula, dado al aumento del
flujo anterógrado que significa la suma del volumen regurgitado más el volumen
de eyección habitual.
La insuficiencia o regurgitación mitral aunque puede ser congénita, es
más frecuentemente una lesión adquirida, particularmente en relación a fiebre
reumática. Se observa también en miocardiopatías de diversas etiologías, por
dilatación del anillo valvular; en estenosis aórtica severa, en origen anómalo
de arteria coronaria izquierda, o en anomalías coronarias por enfermedad de
Kawasaki. También en enfermedades como síndromes de Marfan y Hurler con válvula
mitral mixomatosa. La fisura o "cleft" de la mitral generalmente es
parte de un defecto septal aurículo-ventricular o defecto de cojinetes endocárdicos.
Insuficiencia valvular aórtica de magnitud diversa se observa en
pacientes con aorta bicúspide, con estenosis subaórtica, con CIV subpulmonar, o
en pacientes postvalvuloplastía por estenosis aórtica. En todas estas
situaciones la insuficiencia valvular tiende a ser progresiva salvo que se
corrija la causa subyacente, como CIV o estenosis subáortica.
La regurgitación tricuspidea transitoria se observa frecuentemente en el
recién nacido, generalmente en relación con asfixia perinatal. También se observa
regurgitación tricuspidea en relación a dilatación ventricular derecha, o a
malformaciones como la enfermedad de Ebstein y la atresia pulmonar con septum
intacto.
Cardiopatías
obstructivas derechas no cianóticas
Este grupo de cardiopatías generalmente se diagnostica por hallazgo de
soplo cardíaco en paciente asintomático. La más frecuente corresponde a la
estenosis valvular pulmonar. Generalmente son válvulas bicúspides con velos
gruesos que forman domo, algunas con anillo hipoplástico, que en las formas
moderadas y severas se asocia a hipertrofia ventricular derecha. En algunas
formas de estenosis valvular pulmonar, como en la asociada al síndrome de
Noonan, los velos son gruesos y mixomatosos.
La estenosis "fisiológica" de ramas pulmonares es de frecuente
presentación a partir de la segunda a tercera semana de vida y hasta los 6 a 8
meses de edad, siendo una de las causas más importantes de soplo inocente a esa
edad; es más frecuente en recién nacidos de pretérmino y de bajo peso en
general.
Cardiopatías
congénitas cianóticas
Estas cardiopatías constituyen un grupo heterogéneo, siendo su
característica común la presencia de cortocircuito de derecha a izquierda a
nivel cardíaco, con la consiguiente hipoxemia, manifestada clínicamente por
cianosis marcada de piel y mucosas. Cianosis es la coloración azul de piel y
mucosas como resultado de la desaturación de más de 3 g/dL de hemoglobina en la
sangre arterial, por lo tanto la intensidad de este signo depende no solo de la
oxemia sino también de la concentración de hemoglobina; a mayor anemia menor
cianosis para un mismo nivel de oxigenación. La cianosis puede ser central o
periférica, dependiendo si la desaturación ocurre por cortocircuito a nivel cardíaco
o pulmonar como ocurre en la cianosis central, o si esta ocurre por un aumento
de la extracción de oxígeno tisular en relación a flujos lentos en circulación
periférica como en la cianosis periférica producida por vasoconstricción
secundaria al frío.
Desde el punto de vista fisiopatológico las cardiopatías con
cortocircuito de derecha a izquierda se pueden dividir en tres grupos
cardiopatías obstructivas del lado derecho con comunicación al lado izquierdo
del corazón, como ocurre con estenosis pulmonar severa asociada a CIV; 2)
cardiopatías con mezcla total, en que retornos venosos sistémico y pulmonar se
mezclan en una cavidad común como ocurre en un ventrículo único, y ; 3)
cardiopatías por falta de mezcla, con circuitos pulmonar y sistémico en
paralelo, como ocurre en la transposición de grandes arterias.
En el primer grupo, el más numeroso, se encuentran todos los defectos
cardíacos simples o complejos asociados a obstrucción al flujo pulmonar y con
un defecto septal que permite el cortocircuito de derecha a izquierda que lleva
a hipoxemia. Esta obstrucción al flujo pulmonar no ocurre necesariamente a
nivel valvular pulmonar, pudiendo ocurrir a nivel de una CIV en un paciente con
atresia tricuspídea, o a nivel subpulmonar por tejido conal en un ventrículo
único o doble salida de ventrículo derecho. Así esta fisiopatología es común
para un defecto simple como una CIA con estenosis valvular pulmonar severa,
como para un complejo ventrículo único con mal posición de grandes arterias y
atresia pulmonar, constituyendo la tetralogía de Fallot el ejemplo más clásico.
Estas cardiopatías tienen generalmente flujo pulmonar disminuído, y en sus
formas más severas requieren de la permeabilidad del ductus con cortocircuito
de izquierda a derecha para mantener un flujo pulmonar compatible con la vida
(ductus dependiente). Ocasionalmente el ductus al permanecer ampliamente
permeable permite un buen flujo pulmonar, y cianosis leve en el recién nacido;
en la medida que el ductus tiende a cerrarse el flujo pulmonar disminuye y la
cianosis aumenta.
En el segundo grupo se encuentran todas las cardiopatías complejas sin
obstrucción al flujo pulmonar como atresia tricuspídea, ventrículo único, doble
salida de ventrículo derecho, truncus arterioso, aurícula única, drenaje venoso
anómalo pulmonar total no obstructivo. En este grupo al existir mezcla total
entre retornos venosos pulmonar y sistémico sin obstrucción al flujo pulmonar,
existe hiperflujo pulmonar marcado el que resulta en mayor retorno pulmonar que
sistémico, por lo que la mezcla entre los retornos venosos resulta en
saturaciones sistémicas sobre 80% e incluso en torno a 90%. Así las
manifestaciones clínicas, además de la cianosis leve, son similares a las de
las cardiopatías con cortocircuito de izquierda a derecha.
El tercer grupo corresponde a fisiología de transposición de grandes
arterias, en que la falta de mezcla entre las circulaciones pulmonar y
sistémica se produce porque la sangre desaturada que retorna por las venas
cavas a la aurícula derecha vuelve a la aorta y circulación sistémica sin haber
pasado por la circulación pulmonar, y la sangre oxigenada que retorna por las
venas pulmonares a la aurícula izquierda, vuelve a dirigirse a los pulmones a
través de la arteria pulmonar sin alcanzar la circulación sistémica. Así se
producen dos circuitos independientes; uno sistémico con sangre desaturada que
lleva a hipoxemia severa, y uno pulmonar con sangre oxigenada que no es
utilizada. Obviamente esta situación es incompatible con la vida, salvo que
exista algún nivel de mezcla entre las dos circulaciones, como el foramen oval
y el ductus arterioso, donde se produzca cortocircuito bidireccional que
permite mezcla entre las dos circulaciones y la sobrevida del neonato por al
menos algunas horas. Desafortunadamente, la mezcla a estos niveles es
frecuentemente insuficiente, y transitoria, ya que el ductus tiende a cerrarse
en las primeras horas de vida y el foramen oval hace lo mismo en el curso de
días a semanas. En estas cardiopatías el flujo pulmonar está normal o
aumentado, pudiendo desarrollarse congestión pulmonar e incluso edema pulmonar.
La característica clínica principal de la cianosis por cardiopatía congénita
a diferencia de la de origen respiratorio, es que no se asocia a dificultad
respiratoria, sino que sólo a una respiración profunda (hiperpnea).
Clásicamente se ha preconizado el uso de la prueba de hiperoxia para
diferenciar cianosis pulmonar de cardíaca; esta consiste en medir saturación de
oxígeno de la hemoglobina respirando aire y luego respirando oxígeno a una
concentración cercana al 100%. Por existir un cortocircuito fijo en las
cardiopatías la saturación no se eleva más de un 10%, ocurriendo alzas mayores
de 15% cuando el cortocircuito es intrapulmonar. En su examen físico estos
pacientes pueden no presentar otra alteración evidente fuera de la cianosis,
pudiendo encontrarse en la auscultación cardíaca un segundo ruido único y
soplos cardíacos. Los pacientes con cianosis de larga data presentan dedos en
palillo de tambor (hipocratismo) y alteraciones cutáneas como ¨chapas¨
eritematosas en los pómulos y lóbulos de las orejas.
El manejo general de estos pacientes va a depender del grado de cianosis;
si ésta es marcada y se trata de un neonato con cardiopatía ductus dependiente,
debe iniciarse infusión continua de Prostaglandinas E1. Si la cianosis es leve
a moderada, solo se debe monitorizar estrictamente, hasta que se decida la
necesidad de un procedimiento quirúrgico corrector o paliativo. La cirugía
paliativa generalmente consiste en conectar una rama arterial sistémica a una
de las ramas arteriales pulmonares para asegurar un flujo sanguíneo pulmonar
adecuado, generalmente a través de un tubo de Goretex (shunt de Blalock Taussig
modificado).
La tetralogía de Fallot es la cardiopatía cianótica más frecuente,
correspondiendo a una cardiopatía obstructiva derecha. Consiste en una
malformación cardíaca secundaria a una hipoplasia de la porción infundibular
(tracto de salida) del septum interventricular, resultando en una CIV amplia,
una aorta dextropuesta que cabalga sobre la CIV, y una obstrucción subvalvular
y/o valvular pulmonar de grado variable, además de hipertrofia ventricular
derecha.
La transposición de grandes arterias es una de las dos más frecuentes
del grupo, la arteria pulmonar emerge del ventrículo izquierdo y la arteria
aorta del ventrículo derecho, en un corazón cuya anatomía interna es
habitualmente normal. Puede asociarse a otros defectos, siendo la CIV el más
frecuente (30%). Es más frecuente en varones (2:1).
Como se mencionó anteriormente, en esta cardiopatía las circulaciones
pulmonar y sistémica se encuentran en paralelo y no en serie; de tal forma que
la sangre desaturada se mantiene en la circulación sistémica y la oxigenada se
mantiene en la circulación pulmonar (falta de mezcla). La sobrevida de estos
pacientes depende de la posibilidad de mezcla entre las dos circulaciones a
través del foramen oval, del ductus arterioso, o de otro defecto.
Manifestaciones
bucales.
Las manifestaciones bucales encontradas en pacientes con
cardiopatías congénitas son pocas, pero bastante significativas:
1) Cianosis de mucosas, que se presenta principalmente en encías, mucosas
alveolar y paladar, y se debe a la deficiencia de oxígeno en la sangre, por lo
que esta toma una coloración azulada.
2) Retraso en la erupción dental,
el cual es proporcional al retraso en el desarrollo físico del paciente.
3) Hipoplasias del esmalte, poco
comunes, pero reportadas en la literatura.
4) Caries dental, como una
manifestación secundaria debido al abandono de la cavidad bucal por la
complejidad de la enfermedad base del paciente
Manejo odontológico
Antes que nada, es importante recordar que todo odontólogo, previo a la
realización de cualquier procedimiento bucal, debe elaborar una historia
clínica completa y detallada, misma que permitirá detectar cualquier
padecimiento sistémico en el paciente y de esta manera tomar las precauciones necesarias
para cada paciente.
En el caso de las cardiopatías congénitas, el primer paso es identificar
durante la historia clínica la presencia de una cardiopatía, así como evaluar
su estado actual (si ha sido o no corregida quirúrgicamente, tipo de cirugía,
uso o no de válvulas artificiales o material protésico y tiempo de la cirugía).
Posteriormente, se determina si el paciente presenta una cardiopatía congénita
sintomática o asintomática. En ambos casos se sugiere, previo al inicio del
tratamiento, realizar una interconsulta con el médico tratante y el cardiólogo.
En la mayoría de los casos, los pacientes ya han sido diagnosticados y
se encuentran bajo tratamiento y control por los especialistas pertinentes. No
obstante, es posible que se presente un caso en el cual la cardiopatía
congénita no haya sido diagnosticada, por lo que es de suma importancia que
durante la anamnesis y la exploración física el odontólogo sea capaz de
identificar los signos y síntomas sugestivos, y ante la mínima sospecha,
canalizar al paciente con el especialista para una adecuada valoración y
confirmación o no de la presencia de una cardiopatía congénita.
El paciente asintomático con cardiopatía congénita puede recibir
cualquier tratamiento dental indicado, siempre y cuando se empleen antibióticos
para prevenir la EI, esto con base en las normas estipuladas por la Asociación
Estadounidense del Corazón. El paciente con cardiopatía congénita sintomática
requiere un plan de tratamiento especial, según sus complicaciones y gravedad.
Es importante considerar que los pacientes con cardiopatía congénita
sintomática a menudo cursan con policitemia, por lo cual parte de su manejo
médico incluye el uso de fármacos anticoagulantes, lo cual podría considerar
problemas relacionados con la hemostasia. Por este motivo es fundamental, antes
de iniciar un tratamiento, la revisión de estudios de laboratorio, a fin de
verificar el conteo de células sanguíneas y los valores de coagulación (TP, TPT
e INR).En aquellos pacientes que utilizan fármacos anticoagulantes se debe
hacer interconsulta con el médico tratante, para valorar la suspensión o no de
dicho medicamento en tratamientos que impliquen riesgo de sangrado.
Regularmente, estos medicamentos se suspenden de 48 a 72 horas antes al
tratamiento y se reanudan después del procedimiento dental.
Es preciso recordar que en los pacientes con cardiopatía congénita que
presentan cianosis el oxígeno es limitado; por ello es indispensable contar con
oxígeno suplementario durante cada procedimiento dental. Algunos pacientes sólo
se someterán a cuidados dentales urgentes y, aun así, con cierto riesgo.
Como ya se mencionó, debido a la complejidad del manejo de estos
pacientes, es conveniente establecer como parte del manejo odontológico un
programa preventivo riguroso, a fin de anticiparse a la aparición de caries
dental, así como el uso de enjuagues bucales con clorhexidina al 0,12% o
yodopovidona al 1%, cinco minutos antes de iniciar los procedimientos dentales,
para minimizar el riesgo de bacteremia durante estos procedimientos. Se hace
hincapié en la filosofía de “boca sana, corazón protegido”. El manejo
estomatológico se resume en el algoritmo propuesto por los autores.
Régimen dosis única
30-60 min antes del procedimiento
|
||
Situación
|
Agente
|
Dosis
(mg/kg)
|
Oral
Medicación para cuando no se tolera la vía oral
Alérgicos a penicilinas
Alérgicos a penicilina que no toleran medicación
vía oral
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Amoxicilina
Ampicilina,
cefazolina o ceftriaxona (IM o IV) Cefalexina
Clindamicina
Azitromicina
o claritromicina
Cefazolina
o ceftriaxona (IM o IV)
Clindamicina
(IM o IV)
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50
50
50
20
15
50
20
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Bibliografía.
- Heusser
F., Urcelay G., Arnaiz P., Acevedo V. et al. Enfermedades del Aparato
Cardiovascular. Parte XV. En: Pediatría Meneghello, Quinta Edición,
Editorial Médica Panamericana. 1997.
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